viernes, 25 de diciembre de 2009

La Navidad



La navidad tiene toda la poesía
de la blancura de la nieve y
toda la crudeza del duro invierno.

Él nació en la pobreza más absoluta.

Jesús entra en el mundo ,
desde la dura realidad de los pobres,
de los que por no tener no tienen
más que la noche como techo.

¿Cómo se verá el mundo desde el portal de Belén?

La ternura se hace un bebé que quiere ser acogido ,
y en él son acogidos todos los que no tienen nada.

Siempre que abres tu corazón es navidad.

(Salmos en la esperanza)


Desde este blog queremos felicitaros las fiestas a todos los que alguna vez nos habéis visitado. Gracias por acompañarnos a lo largo de todo este año compartiendo con nosotras poesía, música y lo que hizo que un día decidiéramos crear este blog : la voz y la música de Virginia Maestro .Gracias por vuestras visitas y por vuestros comentarios.

En lugar de una única canción,esta vez os dejamos los videos del último concierto, en formato acústico, que ofreció Labuat en Vila-real dentro de "Navidades Solidarias" el pasado 18 de Diciembre:


MusicPlaylist
Music Playlist at MixPod.com



Todos los videos son del canal danilabuat

martes, 8 de diciembre de 2009

En mi verso soy libre



En mi verso soy libre: él es mi mar.
Mi mar ancho y desnudo de horizontes...

En mis versos yo ando sobre el mar,
camino sobre olas desdobladas
de otras olas y de otras olas... Ando
en mi verso; respiro, vivo, crezco
en mi verso, y en él tienen mis pies
camino y mi camino rumbo y mis
manos qué sujetar y mi esperanza
qué esperar y mi vida su sentido.

Yo soy libre en mi verso y él es libre
como yo. Nos amamos. Nos tenemos.

Fuera de él soy pequeña y me arrodillo
ante la obra de mis manos, la
tierna arcilla amasada entre mis dedos...
Dentro de él, me levanto y soy yo misma.

Dulce María Loynaz




martes, 1 de diciembre de 2009

MIRANDO A CONTRALUZ



Para mí fue un momento muy especial. La verdad es que llevaba mucho tiempo esperándolo. No sé si voy a saber cómo contároslo, porque no me resulta fácil resumir tantas emociones. Después de tantos meses, por fin pude escuchar en directo a la persona que me ha hecho creer en lo maravillosa que puede llegar a ser la música. Me acordé de un buen amigo mío y de una frase suya que me emocionó muchísimo y que comparto absolutamente con él: “Yo siempre he esperado a Virginia Maestro, toda mi vida”. Así que ahí estaba yo. Nervioso y expectante. Supongo que, además, necesitaba saber, necesitaba comprobar de primera mano que no me había equivocado. Que después de tantas y tantas palabras dedicadas a ella, mi ilusión era acertada.

Y me alegro mucho de poder gritar, ahora sí, que no me equivoqué. Virginia es un talento excepcional. Para mí, el talento más extraordinario y de más potencial que existe en este momento. A pesar de los pesares. Aunque tenga aún muchas cosas que pulir (luego hablaré de eso, si me lo permitís), aunque se equivoque (como todo hijo de vecino), aunque se parapete, a veces, detrás de cierta timidez en el escenario que se podría casi masticar… A pesar de todo eso, o quizá gracias a ello, Virginia Maestro lo tiene todo para ser una de las grandes voces musicales de nuestro país.

Lo primero que quería apuntar es que no fue un concierto lineal. Fueron 90 minutos de subidas y bajadas, de constantes vaivenes. Como estar verdaderamente montado en una montaña rusa de sensaciones. Se podía palpar el vértigo (tanto en el escenario como en las butacas) y todos (ella y nosotros) nos sorprendimos con alguna que otra sacudida emocional. Hubo cosas que me entusiasmaron (en especial, la cada vez más formidable manera en la que Virginia usa su voz), y otras que no tanto. Virginia alternó momentos sensacionales, con otros menos buenos, e incluso con algún error de bulto (no musical, afortunadamente); nada que la experiencia, las tablas y el trabajo no puedan subsanar.

Creo que, en general, fue un concierto para reflexionar. También para que Virginia reflexione, me da la sensación. Está a punto de terminar su “primera temporada” profesional y de lanzarse de lleno a ese segundo proyecto que marcará su futuro musical. Será bueno que ella se reúna con los suyos, con su equipo, y piense qué ha conseguido y qué quiere lograr en el futuro. Que potencie sus aciertos y que medite sus errores, si los hay. Y es bueno que los haya, porque de los errores se aprende mucho más. A pesar de lo difícil de la situación musical actual, Virginia tiene que ser positiva. Tiene todo el potencial del mundo para llegar a ser alguien muy grande. Sólo le falta creérselo. Confiar. Sobre todo, confiar en sí misma. Dejar a un lado las inseguridades y dar un paso al frente. El talento natural y la espontaneidad no tienen por qué estar reñidos con la estricta profesionalidad. A Virginia le sobra el talento, eso es indudable. Pero cuanto más lo arrope de rutinas y actitudes profesionales que ha de ir aprendiendo e interiorizando, mucho más podrá lucirlo.

Virginia ha hecho algo magnífico con Labuat. Casi un milagro. Ha sacado de la UVI a un enfermo muy malherido. Ha sabido ingeniárselas (con la extraordinaria ayuda de Fran e Iñaki en lo musical y de Nieves Álvarez desde el backstage) para insuflar vida a un proyecto que ya no la tenía. Ha creado algo muy hermoso casi de la nada. Y si no, acordaos de la agenda de Labuat hace simplemente 6 meses. Tras el milagro, se trataba de estabilizar al enfermo y subirlo a planta. Así lo hicieron. Ya tiene mejor cara, qué duda cabe… Pero aún no está curado del todo. Es el momento de pasar a otra segunda fase en el proceso de recuperación. Virginia no puede quedarse estancada aquí, porque tiene muchísimo más que aportarle a la música. Ha arriesgado bastante y le ha ido bien. Yo creo que tiene que seguir arriesgando; es el único camino. Y además de arriesgar, es necesario que sepa ir poniendo las bases (los cuidados preventivos) para asegurarse la estabilidad necesaria y no recaer.

Es el momento de empezar a construir algo grande de verdad.

Y eso se consigue, fundamentalmente, desde el escenario. Pero también antes de subir a él. Talento le sobra. Lo demás puede ser cuestión de tablas, qué duda cabe. Pero también influyen otros detalles, no sólo la experiencia. La confianza, como he dicho antes, la definición de las metas y el perfeccionamiento paulatino (pero constante) de todo aquello que rodea a lo estrictamente musical son las herramientas que deben enriquecer su profesionalidad. Virginia adora la música. La música forma parte de ella y eso se nota cuando la interpreta. Es una combinación brutal, de una sensibilidad exquisita y casi visceral. Pero hay más cosas alrededor de esa mixtura. Con eso, le puede dar para satisfacer a cualquier auditorio, claro que sí… Pero se trata de llegar mucho más lejos. Se trata de seguir creciendo hasta donde alcance su meta, que está aún muy lejana. Si Virginia no tuviera tanto potencial, yo me conformaría con lo que veo y me daría por servido y, hasta me consideraría afortunado por poder contemplarlo. Pero creo que hay mucho por demostrar en Virginia. Puede llegar a ser un referente muy importante en la música actual, estoy convencidísimo de ello. Virginia es ese buen estudiante que siempre saca unas extraordinarias notas pero que, en el fondo, da la sensación de guardarse algo, de tener un poquito más. La diferencia entre algo bueno y algo verdaderamente brillante. En esas estamos y en eso debería ella trabajar. Cantar tan bien y emocionar haciéndolo es algo que no está al alcance de muchos artistas; pero hay otros aspectos (más puramente profesionales) que también son necesarios para consolidar una gran carrera.

Pero vayamos por partes. Comentaré lo que más me gustó del concierto y dejaré para el final lo que me gustó menos o me pareció mejorable.

La asistencia fue buena. No estaba lleno, quizá algo menos de ¾ de entrada. Para los tiempos que corren, bastante es. Me cuenta un amigo que esa misma noche vio actuar en otra localidad a Anni B. Sweet ante 40 personas. Y, curiosamente, el mismo sábado, también en Toledo, me cuenta otro amigo que “El gran Wyoming” actuó ante poco más de 50 seguidores. Así está el patio, ¿qué le vamos a hacer? Con datos como éstos, tener la oportunidad de cantar en un estupendo auditorio como el de CCM y ante 300 personas es un lujazo. Por eso, para mí, el mayor error de Virginia fue no cerciorarse de esa gran oportunidad, no conectar con todo el público al mismo tiempo, como trataré de explicar luego.

Como he dicho antes, musicalmente hablando Virginia es un prodigio. No es sólo su voz. Es el swin con el que canta, la sensibilidad con la que entona y juega con las melodías, las improvisaciones… Virginia tiene una capacidad innata para dibujar las canciones a su antojo, según el momento y su estado de ánimo. Eso es algo muy fresco y muy emocionante que se percibe inmediatamente. Y se agradece mucho. No hay nada falso o impostado en la expresividad de Virginia ni en su voz. Esa autenticidad no se ve fácilmente en la gran mayoría de los cantantes que pueblan el panorama musical español.

Ella es tímida y empieza así los conciertos. Algo retraída. Ligeramente escondida en sí misma. Como mirando al público con expectación y con cierta desconfianza, tras una coraza invisible. Poco a poco va entrando en calor y se va encontrando más a gusto. Tarda un par de canciones en sonreír de verdad. Y luego, de repente, ya está. Ya se siente más a gusto y eso se nota en sus ojos y en su actitud corporal. También en la voz, por supuesto.

Se va adueñando del escenario poco a poco. Y el público se anima con ella, decide acompañarla en su alegría, se deja seducir fácilmente, se embriaga de su música y de lo que ella respira a través de sus emociones. Virginia comienza a coger las riendas del show, acompañada por un Fran enorme y entusiasta y por un Iñaki genial (¡cómo disfrutan ellos dos durante estos acústicos, da gusto verlos!). Lástima que esa sensación “in crescendo” se truncase algo la otra noche. Luego hablo de eso.

El concierto tuvo momentos magníficos. “If I fell” fue uno de ellos. Junto con “Defíneme sin ti” y “I call your name”, las mejores interpretaciones de la noche para mí. Me gustó especialmente “Te doy mi voz” (con un final precioso); creo que es la mejor interpretación que ha hecho de este fabuloso tema. Cada vez me gusta más. Y fue emocionante a más no poder “Soy tu agua”, acompañada magistralmente por el piano de Iñaki. La alternancia de momentos muy emotivos y delicados con otros lapsos más animados estuvo muy bien conseguida con un estupendo “Stand by me” acompañado de palmas (me encantó la serie de improvisaciones finales que ideó Virginia), “Llueve mal” y “Circus”. Incluso “De pequeño” creo que estuvo fantástica, cada vez más personalizada y alejada de la versión original del disco.

Vocalmente me pareció un concierto extraordinario. Escuchar a Virginia en directo es un privilegio. Lamento muchísimo haberme perdido más de una oportunidad de disfrutarlo. Ojalá sigan saliendo más conciertos antes de que se meta de lleno en la grabación de su segundo disco (que será el primero, en cierta manera). Es muy emocionante escuchar en vivo una voz tan jodidamente especial como la de Virginia Maestro. Por eso os decía al principio que su potencial es enorme. Porque tiene algo difícilmente igualable: sabe crear emociones siempre que canta. Y eso no es fácil.

He de decir (y me meto ya directamente en las cosas que me gustaron menos) que no me pareció buena idea lo de levantar al público. Mucho menos lo de subírselos al escenario. Es evidente que Virginia lo hizo para crear más complicidad con la gente, para sentirla más cerca. Ella, da la sensación de que se siente mucho más segura arropada físicamente por los espectadores. Se siente mejor mirando a las caras del público y cantarles de forma casi íntima, que mirando a la inmensidad de una platea tan grande como la del pasado sábado noche. Y eso no es malo, claro que no. Lo que pasa es que cada concierto tiene unas características distintas. Buscar esa complicidad en sitios pequeños y cercanos al público como Costello, es lógico. Pero cantar en un teatro, a mi modo de ver, precisa de otra actitud distinta. El público que asiste a un concierto en un teatro adopta una posición especialmente serena. Le gusta observar, participa menos. Virginia debe acostumbrarse a manejar determinados espacios. La otra noche perdió una oportunidad magnífica de haberlo hecho. Hacer desaparecer la distancia entre un escenario grande y el público sentado en butaca, es un gran reto. Virginia, refugiándose en un exceso de informalidad y en cierto amateurismo, optó por la solución menos arriesgada: solicitar al público que se acercara. Además lo hizo insistentemente, no de forma espontánea. A mí no me gustó. Y a gran parte del público tampoco. Ante las protestas, Virginia instó a la treintena de espectadores que se habían colocado de pie, junto al escenario, a que se subieran al mismo y siguieran un rato el concierto sentados, alrededor de los músicos y de ella misma. Fue una simple anécdota, pero no creo que fuese demasiado feliz la idea.

El ritmo del concierto se rompió algo y esa sensación ascendente y vertiginosa que estaba cogiendo, se fracturó en cierta forma. Quedó algo raro. Para algunos fue un momento divertido sin más, para otros algo desafortunado. A mí no me pareció apropiado y lo siento si alguien se ofende por el comentario. Creo que estuvo fuera de lugar y alborotó al público en exceso; y creo que no pasa nada por decirlo. Como tampoco pasa nada por haberlo hecho: no es cuestión de darle más vueltas al asunto, sino de aprender de la experiencia, que de eso se tratan los comienzos.

Es cierto que en un escenario tan grande, en un acústico con poca instrumentación, sin una banda numerosa de músicos con los que asociarse constantemente (como hizo en “Luz de Gas” o en “Penélope”, por ejemplo), quizá se sintió algo desprotegida y buscó el contacto directo con el público, en el que ella se siente mucho más arropada. Pero, hoy por hoy, esto es lo que hay… La crisis afecta a todo el mundo, pero con los músicos se está cebando verdaderamente. El tipo de escenario hubiera sido propicio para una banda al completo, pero éstas son las armas que posee Virginia en este momento (y gracias a la providencia que ha puesto en su camino a dos fenómenos como Iñaki y Fran). Si no dispone de más cañones, que siga dibujando las balas con la imaginación y el atrevimiento que siempre ha demostrado. Pero sin buscar soluciones fáciles, porque no terminan de funcionar. La complicidad con el público es algo estupendo, pero en la justa medida, como todo.

Hubo otros detalles en los que Virginia creo que debe mejorar también. Detalles pequeños, pero que hacen grande a un artista y que engalanan un show y lo nutren de profesionalidad. Creo que este teatro era un lugar maravilloso para haber hecho algo distinto. Para haber preparado el espectáculo de una forma más teatral, más dialéctica o retórica si cabe. El sitio era idóneo para buscar las sorpresas en otros aspectos. Buscar la empatía con el público con las palabras, presentar de una forma especial las canciones, jugar más con esa “cuarta pared” utilizando quizá las propias convenciones teatrales. Creo que a Virginia le falta aún llenar los espacios que hay entre canción y canción. Eso es algo importante. No hablo de oratoria al más puro estilo Sabina, por ejemplo, pero sí hay ciertas cosas que podría preparar para esos momentos. Si a la emoción de su voz cuando canta fuese capaz de añadirle esa intimidad y algo de brillantez en esos espacios entre tema y tema, provocaría una catarsis mayor aún.

También ha de cuidar otros pequeños detalles que indican cierta condición semi-amateur aún. Muchos de esos detalles ya los ha corregido (las faltas de concentración de otros tiempos o el interrumpir las interpretaciones para interactuar con el público… eso afortunadamente no lo hace ya). Pero otros aún hay que pulirlos. Algunos ni siquiera son imputables a la propia Virginia ni a sus músicos, pero sería bueno que alguien se lo hiciera saber. Detalles sobre la iluminación, el vestuario, sobre el propio atrezzo musical (para no dejar los instrumentos en el suelo, por ejemplo)… Un escenario tan grande como el de la otra noche, parecía algo desnudo. Hubiera estado bien algún tipo de arreglo o de acompañamiento audiovisual, algo conceptual quizás. Por ejemplo, jugar con las luces o con imágenes a modo de diapositiva en determinados temas (en “Soy tu aire” el efecto habría sido precioso). Ese tipo de detalles embellecen una actuación, aunque no sea de mucha calidad. Así que, imaginad lo que puede hacer con una tan buena como ésta. Otros pequeños aspectos sujetos a mejora, sí tienen más que ver con ella y con toda una serie de rutinas que ha de manejar e inventar para adornar los intervalos y su relación con los tipos de público a los que puede enfrentarse, dependiendo de los recintos.

Igual puede parecer que estoy hablando desde un nivel de exigencia que no me compete. Sólo trato de dar mi opinión constructiva. Si pensara que Virginia Maestro puede ser simplemente una buena cantante, no diría nada. Porque ya lo es. Con lo que ofrece ahora mismo, es más que suficiente. Otra cosa es que llegase o no a más o menos público o que conquistase más o menos éxito (esa es harina de otro costal y merece una reflexión aparte). Pero Virginia, en este momento, es una muy buena cantante. Lo que pasa es que lo tiene todo (voz, sensibilidad, imagen, carisma…) para ser una gran estrella de la música, estoy convencido de ello. Con tiempo, constancia, confianza en sí misma, aprendizaje… y con mucho trabajo. No es un camino fácil, desde luego.

No obstante, lo que más me preocupa de su carrera actual no es la falta de promoción (que es evidente), o los posibles errores que pueda cometer (que son normales y subsanables, además de enriquecedores); lo peor es la prisa que aprecio en ella. Sé que es difícil hablar desde fuera, pero no debería tenerla. La prisa puede acabar dando al traste con todo. Ojalá alguien se lo diga o sea capaz ella misma de darse cuenta. Tiene tanto que ganar, que sería una inmensa lástima que se acabara precipitando…

Aún así, creo tanto en ella, que mi preocupación es muchísimo menor que mi ilusión por su futuro. Os puedo asegurar que en esa montaña rusa de sensaciones dispares que sentí en aquel auditorio, nadie podrá borrarme la emoción que ella transmitía cada vez que cantaba algún tema de esos que se nota que le salen del corazón. Eso fue algo imborrable. Como dice mi buen amigo, ese del que os hablaba al principio, el mundo se para en cada canción de Virginia. Doy fe de ello. Todo lo demás irá llegando.

Tanto tiempo esperando este momento que, después de un par de días dándole vueltas a todas las sensaciones que allí viví, sólo puedo deciros una cosa: estoy deseando volverla a escuchar en directo. Lo viví desde el fondo de la sala, a contraluz, y me sentí un privilegiado por estar allí esa noche. La montaña rusa de emociones y sacudidas dejó en mí una única certeza: la de haber disfrutado de una voz y una sensibilidad únicas e inolvidables.

Ha sido un fin de semana maravilloso en el que he conocido a gente a la que llevaba tiempo empezando a querer. Y ese cariño se ha convertido en algo mucho más grande, en un sentimiento de amistad verdadera. Pero eso, que es lo más importante de todo, permitidme que me lo quede para mí.

Un abrazo.

"Julien Sorel"